Allende, A los Ojos de Hoy
A 41 años de su muerte, estamos aquí, hoy, rindiendo homenaje al Presidente Allende. Paralelamente a nosotros, en La Moneda, la Presidenta Bachelet encabeza otro acto en su honor. Es válida la pregunta sobre por qué ocurre así, sobre por qué exista esa motivación, sobre por qué ello expresa un sentimiento tan arraigado y profundo. ¿Es sólo un atavismo? ¿Es sólo el refugio en una imagen del pasado? ¿Es sólo el peso de un minuto trágico de nuestra historia? Creo que no. Esa idea, que a algunos les encantaría, más bien expresa una incomprensión respecto de lo que Allende significa en la historia de Chile. Por el contrario, lo que sigue como eco de su figura y de lo que él representó es una conexión con la historia de trazo largo del país.
Lo bonito de la historia, y de cómo miramos la historia desde el presente, es que también refleja una imaginación del futuro. Es imposible no mirar el pasado desde los ojos de hoy y, al mismo tiempo, no hay juicios neutros sobre la historia porque, precisamente, su rescate descansa en la idea de colocar un sello hacia el futuro. Eso implica que traer a Allende a la memoria y el hecho mismo de que Allende esté tan presente a más de 40 años, es que algo nos habla del futuro. Lo que respetamos y miramos con cariño de él y su proyecto son los valores que encarnó y la idea de Chile que representó.
Allende es una de las figuras más importantes de la historia de Chile, entre otras cosas porque se conectó con aspiraciones ya presentes en la Independencia. Allende fue un personaje de la modernidad, que reivindicaba los valores ilustrados de un modo similar al que lo hacía Camilo Henríquez o Manuel de Salas. Allende era masón, como todos aquellos que en el siglo XIX dieron forma a las instituciones republicanas y que peleaban contra las tentaciones conservadoras y autoritarias tan presentes en ese entonces. Allende era un hombre del siglo XX, que se apasionó con las luchas sociales, que se integró al Partido Socialista con la idea de transformar a Chile en un país más justo e igualitario, que desde temprano comprendió la necesidad de formar grandes alianzas, bajo la noción de los frentes populares europeos que luchaban con el fascismo y el nazismo. Y, después, en pleno período de la Guerra Fría, fue de los pocos que dibujó la alternativa de transformar la sociedad por la vía democrática. Y sostuvo ese proyecto aún en contra del entusiasmo de la izquierda con el éxito de la revolución cubana.
El respeto por Allende en el mundo entero radica en esa convicción que puso en acción, que era compatible la lucha por el socialismo y la lucha por la democracia, que se podía avanzar simultáneamente en la conquista de derechos sociales y la profundización de la democracia.
En su gobierno se cometieron muchos errores y hubo muchas deficiencias, pero esa es su huella esencial. La conmoción internacional por su derrocamiento fue porque aplacaba esa esperanza y el enorme interés por estudiar y comprender su experiencia nunca dejó de leerse desde la aspiración de cómo ensamblar más justicia y más democracia. La historia de la izquierda mundial en las décadas posteriores, sobre todo después de la caída de los socialismos reales, ha estado marcada por ese propósito.
Siempre me llamó la atención cuán importante fue Allende para Mitterand y la articulación de un proyecto común de toda la izquierda que finalmente ganó en Francia el año 1981. También es impresionante ver cómo la caída de Allende marcó la política italiana en los años ’70 y derivó en la idea de un “compromiso histórico” entre la DC y la izquierda, que fue ahogado con el asesinato de Aldo Moro por la ultra-izquierda, por las Brigadas Rojas. O cuánto influyó en el PSOE de Felipe González en la España post-franquista. En Latinoamérica será cada vez más relevante desde los años ’80 y ’90.
Ese legado sigue teniendo un fuerte sentido de futuro. Por cierto, también para nosotros en Chile.
La Concertación, primero, y ahora –sobre todo- la Nueva Mayoría, recogen su experiencia. Por eso, no debe extrañar que hace solo una semana la Presidenta Bachelet encabezara un acto por los 50 años de la elección del Presidente Frei y hoy haga lo propio en conmemoración del Presidente Allende.
La gran lección de su caída es, mirando con los ojos de hoy, que si en 1973 hubiera existido la Nueva Mayoría no habría habido Golpe de Estado, no habría existido la dictadura ni todo el sufrimiento que sobrevino.
La gran lección del gobierno del Presidente Allende es que las grandes transformaciones requieren de grandes alianzas y una enorme capacidad de articulación y de diálogo.